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Las circunstancias comerciales y de producción de plomo en el Establecimiento de Arrayanes, llegaron a ser tan negativas para la Real Hacienda, que Fausto de Elhuyar, Director General de Minas optó por la explotación mixta. Así en 1830 se decidió la explotación de Arrayanes en asociación con D. Antonio Puidullés, para un periodo de 20 años.
Puidullés era un afamado industrial de la época, con amplia experiencia en fundición de metales, habiendo sido el primero en conseguir, en 1821, el laminado de planchas de plomo en España.
Durante los primeros años del contrato de asociación, Puidullés mejoró sensiblemente el beneficio del plomo. Entre las condiciones del contrato de asociación se establecía que de común acuerdo entre el asociado Puidullés y un comisionado facultativo de la Dirección de Minas, se deberían establecer el plan de labores, de beneficio, sistema económico, etc. Entre los acuerdos tomados se incluyó
“construir un cerco sobre el criadero de la mina, donde se estableciesen las fundiciones, elaboraciones y almacenes”
(Informe de Eusebio Sánchez, Revista Minera año 1859).
Esta fue una de las condiciones del contrato de asociación que sí se cumplió, permitiendo centralizar los trabajos de fundición en un único lugar. En la Memoria de Junio de 1837, el propio Puidullés se refiere a él asi:
“En el tercio del Romero se ha construido un cerco de 110 varas de largo por 70 de ancho, nombrado de San Fausto, dentro del cual se ha levantado la torre y obrador de municiones, una cuadra de 110 varas de largo y 10 de ancho, que contiene varios almacenes, un obrador de refino y cuatro hornos reverberos, y que proporciona reunir las fundiciones de plomo y elaboración de municiones en un solo punto, á la vez que el ahorro en las conducciones y transportes. Inmediato á dicho cerco se han edificado tres hornos castellanos para la fundicion de cenizas, escorias y metales; una grande carbonera, y metido dos charcas nuevas para la lava y preparación de dichos fundentes, facilitando á estas y á las que hay dentro del cerco para la de remolidos el agua necesaria, y de que carecian hasta ahora, pues anteriormente no recogían mas que las de avenidas en los inviernos lluviosos, teniendo que suspender aquellas interesantes operaciones en muchas épocas del estío y otoño por falta de agua”.
La asociación empresarial de Puidullés con la Hacienda estuvo plagada de vicisitudes y problemas. Entre las dificultades para la marcha de la empresa, que argumenta Puidullés en la Memoria, es especialmente llamativa “la invasión de la faccion de Gomez en este país [que] la paralizó, exigiendo al Establecimiento [mina de Arrayanes] 10,000 reales, 200 arrobas de balas y tres moldes para hacerlas”. Pero mayor contrariedad fue el incendio del cerco en la tarde del 23 de noviembre de 1836. Ese día
“la faccion del rebelde Peñuela [perpetró un horroroso incendio] en el cerco de San Fausto reduciendo á cenizas la torre de las municiones, los almacenes de plomo, carbón y útiles, los hornos reverberos, las oficinas de contabilidad y cuanto se comprendía dentro de aquel precioso recinto, que tantos desembolsos y afanes habia costado á la Empresa, extendiendo su devoradora saña hasta la cuadra y hornos reverberos establecidos en Arrayanes, que tambien fueron presa de las llamas, favoreciendo su bárbaro intento, y haciendo que todo ardiese á la vez, el repuesto de 10,000 cargas de monte bajo que habia para combustible de los hornos”.
Puidullés acometió rápidamente la reconstrucción de los edificios quemados, solicitando que los gastos corriesen por cuenta de la Hacienda nacional.
No tenemos mas noticias del cerco, hasta el arrendamiento de Arrayanes a José Genaro Villanova en 1869. Este modifica la planta del cerco, de forma que en un plano de 1875 aparece con unos 30 metros más de largo. Además de las dependencias propias para beneficio del plomo (almacenes, cuadras, laboratorio…) se ubican en el cerco las oficinas administrativas, las de los facultativos, despacho del ingeniero, caja, casas de empleados e incluso se construye una capilla. Como los trabajos de extracción por esta fecha se concentran en la zona del pozo Restauración, es ahí donde se edifican los talleres mecánicos, el lavadero, etc. Puede decirse que el centro productivo se desplaza del cerco, configurándose entonces éste como el centro social de la mina.
Con las lógicas modificaciones impuestas por las necesidades de la mina y el paso del tiempo, el cerco continuó hasta la paralización de Arrayanes. Es hace muy pocos años cuando de forma rápida desaparece, quedando en la actualidad solo algunos montones de piedras que nos marcan sus contornos. Triste y silencioso final para este testigo privilegiado de tantas festividades de Santa Bárbara durante el último siglo y medio. |