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CULTURA Y SOCIEDAD |
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Grabado de H. J. Rose, mostrando un minero con traje festivo hacia 1875

“Cementerio inglés” de Linares
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Inmigración
La sociedad del distrito ha acogido siempre a personas provenientes de otros lugares, que venían para trabajar nuestros filones y, por ello, sus costumbres se han ido configurando como el resultado de un intercambio cultural permanente de la población con inmigrantes procedentes de muy diversos lugares que se han mezclado y han compartido sus modos de vida a la par que la dureza de su trabajo.
Esto ocurrió con los mineros procedentes de otras partes de España como leoneses, valencianos, catalanes, manchegos, castellanos, o andaluces de otras provincias, a los que se podía distinguir con facilidad al conservar señas de identidad relativas a su forma de vestir, pero que daban la imagen de un conjunto compacto, salpicado de peculiaridades diversas.
La mayoría de los inmigrantes eran jornaleros de localidades próximas que se habían dedicado a la agricultura. También vinieron mineros provenientes de zonas en declive de producción, principalmente de Almería y Granada y, en menor medida, de La Mancha. En 1875, de los 36.630 habitantes, el 64,7 % habían nacido fuera de Linares, de ellos un 44,7 % eran andaluces (algo más de la tercera parte de ellos de la provincia, y casi la mitad de Granada y Almería). De Ciudad Real provenía un 15,5 %. En muchos casos, estos inmigrantes venían inicialmente solos, sin familia, para después establecerse definitivamente según les fuera.
Lo mismo ocurrió con los mineros y obreros especializados de otros países, principalmente de Inglaterra. En lugar de concentrarse en una colonia cerrada, como hicieron en otras partes de la península o del mundo, vivieron en los barrios mineros repartidos por las ciudades, al igual que los empresarios y técnicos establecieron su residencia en las zonas del Centro y de ensanche junto a la clase acomodada local.
Esta convivencia generó un respeto mutuo del que se conservan testimonios materiales, entre los que sobresale la existencia de un “Cementerio Inglés” en Linares, en el que se produjo el primer enterramiento en 1873 y que aún pervive junto al cementerio católico. El intercambio cultural fue patente y está recogido en escritos de autores españoles e ingleses. Por un lado los mineros ingleses compartieron sus extensos y novedosos conocimientos técnicos con los españoles. A su vez, recibieron e integraron las características alegres y positivas de sus compañeros que suavizaron su carácter y generaron un aprecio patente hacia la sociedad en que vivían.
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Salida de turno del Pozo San José en la Mina de Arrayanes

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Organización del trabajo.
En las minas del distrito no se estableció la jornada de 8 horas hasta 1920. Antes, los mineros trabajaban en el interior una media de 9 horas. Esto no incluía la bajada o subida al tajo, ni el tiempo para cambiarse de ropa o lavarse, ni por supuesto el desplazamiento desde las poblaciones a la mina, que podía llegar a ser de hasta dos horas. Además era común que se realizaran trabajos “a tarea”, “destajo” o “endoble”.
Normalmente había dos entradas, o turnos. El primero a las 8 de la mañana y el segundo a las 5 de la tarde, aunque era muy frecuente el “endoble” que consistía en hacer las dos entradas de un día (de 8 de la mañana a 2 de la madrugada), descansando el día siguiente y evitando perder gran cantidad de tiempo en los desplazamientos entre el trabajo y la casa. Hasta el primer tercio del siglo XX no se prohibió este tipo de jornada, quedando sólo admitido, para minas muy alejadas de las ciudades, el denominado “endoble cortado” que consistía en 8 horas de trabajo, con descanso de 4 horas y otras 8 horas de trabajo, descansando después un día.
La característica más significativa de las condiciones de trabajo, especialmente en los trabajos de interior, era la falta de seguridad. Al no haber legislación al respecto, no había casi medidas de este tipo, e incluso a veces, por la premura del trabajo a destajo o la falta de descanso en el endoble, los propios mineros podían cometer imprudencias.
En los trabajos de interior, una causa de frecuentes accidentes era la caída en pozos interiores, con boca en el suelo y sin señalizar. Con la baja iluminación y el polvo los mineros tenían dificultad para advertirlos. En los trabajos en pozos maestros, era mayor el riesgo de desprendimientos de rocas (se le llamaba labor a “tiro derecho” y se cobraba más). A veces se producían hundimientos por la mala entibación o el mal estado de ésta, por las vibraciones de las explosiones de los barrenos o por la humedad. El resultado podía ser la muerte o accidente en el acto, o la incomunicación de alguna galería. Otra fuente de accidentes eran las roturas de los andamiajes en el interior. |
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Trabajo de mujeres y niños.
Durante la época industrial, gran cantidad de mujeres y niños trabajaron en las minas del distrito. De los datos disponibles, el mayor número de trabajadoras en las minas fue 328 en 1881. En éste mismo año se registra el mayor número de niños trabajando en minas: 1954. En general las mujeres trabajaban en el exterior (lavado y cribado del mineral) y los niños tanto en el exterior, como en el interior. En 1912 se regulan las jornadas laborales y se prohíbe el trabajo en el interior a las mujeres y a los menores de 16 años.
El trabajo de la mujer era absolutamente necesario, por cuestiones económicas, para gran parte de las familias trabajadoras. Sus salarios eran siempre sensiblemente más bajos que los de los hombres, por ejemplo en el exterior solían ser de 1,25 ptas/día, aunque mayores que en otras faenas femeninas: 1 ptas/día en la aceituna, siega, escarda; o en servicio doméstico, criando niños, cosiendo o lavando y planchando.
El trabajo de los niños también era muy frecuente, y prácticamente necesario para soportar la economía familiar de la mayoría de los mineros. Los salarios eran similares a los de las mujeres y podían trabajar tanto en el exterior como en el interior, frecuentemente como “paseantes” transportando materiales. El trabajo infantil era aceptado socialmente, y además era la forma de aprender un oficio (a costa de su educación, su descanso y su salud). |

Artistas de un café cantante.

Casino Olimpia Palace

Comparsa del Carnaval de 1902
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Ocio y fiestas.
Podemos encontrar multitud de referencias a la pasión por el juego y la bebida (vino y aguardiente) de los mineros. Sin duda, las duras condiciones de su trabajo, unidas a una peculiar concepción de la vida, eran suficientes para motivar una actitud que se puede resumir en la frase “disfrutemos hoy, que mañana podemos no estar vivos”. En los caminos a las minas eran muy frecuentes los aguaduchos, verdaderos antros de pequeñas dimensiones en los que se vendían bebidas, así como las ventas y los kioscos. En la ciudad, proliferaban casinos, círculos recreativos, cafés y cafés cantantes, sociedades, etc. El mundo de las tarantas –aún por redescubrir- es una fuente excelente de aquellos modos de vivir.
Entre 1868 a 1918 se abrieron en Linares 18 cafés cantantes, entre los que figuraban Catalán, La Perla , El León, Industrial y Universal. Este número superaba en muchas ocasiones en cantidad al de este tipo de establecimientos abiertos en grandes capitales españolas. Estos locales tenían mala fama porque en ellos se daban toda clase de vicios, como el alcohol, el juego, la prostitución y el flamenco. Sin embargo, eran lugares frecuentados por todas las clases sociales, que curiosamente, iban buscando sobre todo este arte tan popular hoy día y que entonces estaba prohibido.
Los cafés cantantes eran centros de ocio, un hervidero de arte y cultura. Jugaron un papel fundamental en la gestación, nacimiento y desarrollo de este arte flamenco tal y como hoy se entiende y conoce. En el caso de Linares, sirvieron particularmente de plataforma para el conocimiento por parte del gran público de la “taranta” , cante minero linarense, hasta entonces limitado al ambiente de las minas y desconocido para el resto de la población
En una sociedad como la de nuestro distrito, el Carnaval servía para dar rienda suelta a las emociones y buscaba, sin duda, un desahogo de las presiones de la vida cotidiana del minero. Era época de disfraces y máscaras, pero también de mayor presencia de juegos y actividades lúdicas que, aunque eran comunes en cualquier época del año, tenían ahora mayor intensidad y presencia en la vida cotidiana.
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Celebración de Santa Bárbara en el Cerco de San Fausto de la Mina de Arrayanes

Procesión de Semana Santa
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Celebraciones y sentido religioso
La conmemoración, el día 4 de Diciembre, de Santa Bárbara, se extendía a todos los establecimientos mineros y a todos los municipios de nuestro distrito. Sobre todo a partir de comienzos del S. XIX, esta celebración fue adquiriendo una gran importancia. Desde que esta figura está unida a la minería, su relación ha sido tan estrecha que el nombre de Santa Bárbara fue adoptado por muchas sociedades, y en honor a ella se le dio su nombre a muchos de sus pozos.
Cuando las minas estaban en su mayor esplendor la fiesta de Santa Bárbara empezaba muy temprano, disparando cargas de dinamita (barrenos) hasta el día siguiente. Se celebraba la tradicional misa y, una vez concluida, la imagen de la santa que se veneraba en la capilla que muchas compañías de la zona tenían en sus instalaciones, se sacaba en procesión. Durante el día se desarrollaban otras actividades como los famosos concursos de entibadores, barrenado, construcción de portadas de galerías, ofrendas florales, juegos para niños, etc.
Las manifestaciones de la presencia de la religión en la vida cotidiana y en las calles eran patentes y podría percibirlas cualquier viajero que llegara a nuestra ciudad hacia, tal como hizo Rose en 1875. Este clérigo inglés dejó sus impresiones y experiencias recogidas en el libro “Untrodden Spain and her black country”, y describe, por ejemplo las capillitas que aún hoy podemos encontrar en diversas casas, principalmente del casco antiguo.
Sin embargo, al profundizar en el sentimiento religioso personal del minero y en la forma de manifestar su vivencia de la religión, se encontraba más que un rechazo, una ausencia de la práctica religiosa, sin duda relacionada con la idea generalizada entre los mineros, no exenta de resignación, de aspirar a una vida “breve, pero feliz”, que les llevaba a buscar cuantas formas de diversión y esparcimiento les ofrecía la sociedad que se había conformado en el distrito.
Esto no era obstáculo, por el contrario, para que la participación en los eventos religiosos fuese un motivo de orgullo que llevaba a pujar económicamente para tener el honor de sostener el paso en las procesiones, lo que ayudó a convertir las celebraciones religiosas de la patrona minera, de los patrones de la ciudad o la propia Semana Santa en acontecimientos multitudinarios.
Los patrones de comportamiento del minero eran en lo religioso, tanto como en lo personal, contradictorios y característicos de quien da un valor relativo a la vida que arriesga cotidianamente en un trabajo tan duro como el que se realizaba en las minas del distrito.
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Asociación Colectivo Proyecto Arrayanes - Patrimonio industrial metalurgico del distrito de Linares - La Carolina | |
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